viernes, 9 de diciembre de 2011

Los padres. Artesanos y escultores. Arquitectos y espectadores.

Los padres.
Artesanos y escultores. Arquitectos y espectadores.

Escrito por Juan Cruz Cúneo.

Los padres son fundamentales. Están en ellos el poder y la capacidad para formar la personalidad de su hijo y las herramientas con las que podrá enfrentar la vida que le espera. Los padres son los escultores, tienen la posibilidad de ser artesanos y arquitectos de una persona con todos sus derechos y de una vida que puede llegar a ser plena. Luego serán los espectadores de la obra hecha, o pueden ser cómplices de las negligencias que han cometido, de esos descuidos que traen sus consecuencias.
La madre y el padre tienen todo lo necesario para aportarle lo máximo necesario para que el hijo sea una obra de arte. Muchos se han quejado de esa responsabilidad, porque la viven mal, presionados y limitados; sin pensar que tienen una gran posibilidad entre sus manos, si cuidan la obra, la valoran y la tallan sabiendo de qué se trata, sabiendo que es una persona.
Y pueden moldear su carácter, su personalidad y con ello forjar el destino de su hijo, porque todo lo que le vaya a suceder va a depender, en gran medida, de las decisiones que tome, de la visión que logre de las cosas, del enfoque que le dé a la vida, de la mayoría de las condiciones que vaya tomando, aprendiendo e incorporando de los padres. Esto se va tallando todos los días.
Como dicen los grandes escultores, es con paciencia, trabajo y rutina que la vida de un hijo se va forjando. Cada caricia, cada palabra y cada mirada le está dando una pulida a su personalidad, una suavidad a su sensibilidad, una riqueza a su inteligencia, más ganas de vivir. Y como toda pieza de una obra maestra debe ser tratada con cuidado y delicadeza, debe ser preciada en su naturaleza y consentida en sus formas, para que pueda sacar lo mejor de ella, sin golpes bruscos ni ralladuras.
Arquitectos necesarios porque el futuro de su hijo está en sus manos y ellos deben tener un proyecto pensado. Con anticipación, antes de su llegada, antes de la bienvenida. Con una perspectiva que abra el juego y no con la carga de las propias frustraciones. Un proyecto que tenga lo mejor del juego, el disfrute y el placer, con la solidez de una vida que aguanta tormentas y fallas, asperezas que siempre están. Una visión que los padres aprenden de sus propias vidas y que muchos tienen heredado o aprendido. Esa extensión, ese proyecto, ese plano de construcción le da una guía, una orientación y una base.
Artesanos porque disfrutan y lo viven con placer y no como una obligación. No existen las presiones productivas, ni la rutina que pesa, esas son secuelas de una forma de pensar la maternidad o la paternidad del lado de “deber” y no del disfrute.
Son escultores porque cada gesto, mano y afecto deja una marca en su hijo, en su mundo y en su interior. No es ajena la vida del escultor de la obra esculpida. No hay una separación entre el artista y su creación. Aunque luego se vaya independizando.
Deben ser arquitectos con una visión y una proyección, que le dará al hijo una ruta de lanzamiento, más marcada al principio, para que luego haga y elija su propio camino.
Para luego ser testigos, espectadores de lujo de esa vida que se va haciendo. De ese ser que va siendo cada día más él, con el sello del artista, con la marca registrada de la familia. Enorgulleciendo al artista con la admiración que genera.
No podemos perder esto de vista, es lo mejor de la vida.
Ver que la obra crece por sí misma. Ver que los hijos en grandes personas se convierten.

*Dedicado a una madre en particular que está muy pendiente de su obra y, a veces, pierde de vista que la mano del artista es la que está tocada por la magia.

Las cosas han cambiado. La necesidad de estar en casa.

Las cosas han cambiado. La necesidad de estar en casa.

Escrito por Juan Cruz Cúneo.

Las cosas han cambiado y han llegado a modificar la dinámica familiar. Por una cuestión económica, por cambios de roles y funciones, por el avance de la mujer en el espacio social y por una demanda global de ritmos y tiempos, el padre se encuentra más tiempo en la casa que antes.
Hay emergiendo una necesidad de estar en la casa, posiblemente compensando los cambios que se han sucedido en los últimos años con una mujer que fue avanzando en el espacio social y laboral, económico y empresario. El hombre, sin dejar de ser protector, a veces recurre al espacio de la casa haciendo tareas que antes eran impensables. Una evolución necesaria que les demuestra a ambos que todos pueden hacer de todo. Que en casa son indispensables. Los prejuicios aún son abundantes y las dudas sobre la masculinidad, la virilidad y la autoridad siguen insistiendo con sus razones, sin fundamento.
Hay que ser consciente de ciertos riesgos, lugares comunes donde se puede caer. El más habitual y corriente es pensar que se ocupa el lugar femenino por lavar los platos o hacer la comida, dudando del sueldo y el ascenso profesional, una rivalidad que quiere imponer sus reglas y lo único que genera es que se pierdan de vista los sentimientos. La pareja pelea con el mundo de afuera y no debería hacerlo entre sus miembros. Esta es la ventaja de tener un proyecto armado con claridad y puliendo las diferencias. Para evitar las consecuencias de malos entendidos.
El padre, hombre, marido, tiene derecho a tener necesidad de hogar, de ver a sus hijos. De estar en casa. Y esto no implica que sea menos o cierta debilidad, porque sino deberíamos reconsiderar como valorábamos a la ama de casa de algunas décadas atrás. No tiene porque implicar una debilidad en la naturaleza del hombre, en su masculinidad o en su autoridad como padre y esposo. Lo mismo que pasa con la sensibilidad. El hombre puede llorar y tiene toda la libertad para expresar lo que le sucede. Pero creo que a la sociedad aún le falta madurar en sus pretensiones, porque habla de estos permisos pero no mira de costado con desconfianza a aquellos hombres, padres que cambian los pañales y hacen la comida.
Mientras a la mujer se le valora y reconoce los grandes cambios y avances en sus espacios, el hombre no tiene aún el permiso y la libertad necesarios para poder ocupar los espacios que antes dejaba pendientes en la casa.
La realidad lo hace necesario y las identificaciones con ambos se refuerza, no necesariamente se debilitan.

“Descansa hijo”. Una alternativa al “Duérmete”.

“Descansa hijo”. Una alternativa al “Duérmete”.

Escrito por Juan Cruz Cúneo.

Hay diferencias conceptuales que llevan a cambios importantes en la vida de todos los días. Algunas líneas implican enseñarle u obligar a un hijo a “dormir” como una función habitual. En otros casos, como el que estamos presentando, el dormir es mucho más que conciliar el sueño. Y está lejos de ser una cuestión de hábito. Es imprescindible que nuestro hijo pueda “descansar” como una función necesaria de recuperación y acomodación, de compresión y desarrollo de la personalidad y de su cuerpo e inteligencia. Descansar es fundamental para el desarrollo evolutivo. Lejos está del “dormir” simple y obligado.
Y a eso debemos abocarnos, transmitirle al niño la necesidad de descansar para que el cuerpo y la mente se recuperen de la actividad del día, puedan absorber y metabolizar la información transcurrida durante todas las actividades, mucho más si está en pleno crecimiento. Y esto es un concepto que no sólo se aplica a la infancia. Es un concepto que debemos incorporar para toda la vida activa. Por ejemplo, la vida del estudiante. Muchos en épocas de examen estudian día y noche sin parar pensando que eso les otorga una ventaja. Grave error, porque la cabeza y la inteligencia no llegan a procesar toda la información, ni siquiera a acomodarla ni ordenarla; entonces se suceden los fracasos y los errores, los bloqueos en plano examen, con un nivel de estrés y cansancio que agota las capacidades y disminuye el rendimiento.
Este es un claro ejemplo del cambio conceptual y dinámico que debemos implementar a la hora de llevar a nuestro hijo a dormir. Debemos transmitir que es hora de descansar, que es tiempo de bajar las revoluciones y dejar que el cuerpo se recupere. Y así que pueda dormir en paz para que ese sueño sea reparatorio y favorable a su desarrollo. No se logra lo mismo imponiendo el sueño porque “se tiene que ir a dormir”. Además de despertar todas las resistencias del niño, porque no le encuentra ninguna ventaja todavía, más que cerrarle los ojos a la vida y que se apague el mundo. Perdiendo a sus padres de vista, sintiendo que se alejan y no los tiene más. Todo esto se puede evitar si le enseñamos lo fundamental del sueño y del dormir.
Para que también aprenda a conocer sus ciclos de cansancio y recuperación, para que se cuide y cuide sus recursos y capacidades, en vez de exprimir su potencial y perder calidad en el rendimiento. Tantos padres hablan del dormir y pierden de vista el cansancio. Tantos han contado que lo ven filtrado pero que no se quiere dormir. Porque, según le están enseñando, el dormir es una perdida y el cansancio el obstáculo.
Ganancias y beneficios que debemos, desde el principio, mostrarle y enseñarle. Es clave para ellos, los hijos, y para nosotros adultos “incansables” que tengamos en cuenta nuestros ciclos y ritmos, la manera de funcionar mejor de nuestras capacidades.
Mucho más si hablamos de cansancio mental, el enemigo del sueño y el dormir. Allí debemos recuperar el concepto fundamental del “descanso” y la recuperación. Tiempo de acomodación, de síntesis y optimización del psiquismo y del mundo afectivo de todas las personas.
Empecemos por nuestros niños, enseñémosles a descansar.
Y no sólo a dormir.

Las cosas han cambiado. La necesidad de estar en casa.

Las cosas han cambiado. La necesidad de estar en casa.
Escrito por Juan Cruz Cúneo.

Las cosas han cambiado y mucho. No es una novedad pero debemos considerar las consecuencias. Por lo menos dentro del hogar, donde los roles y las funciones han cambiado demasiado y se pueden estar perjudicando o percudiendo las relaciones. El hombre ha cambiado y sus funciones también. Aunque haya resistencias e incomodidades, aún de parte de la mujer que también se ha reacomodado a los tiempos y a sus logros de género.
El panorama es otro, en poco tiempo se ha modificado. Los padres, ambos, en su mayoría están trabajando y mucho tiempo afuera de la casa. Con las complicaciones que trae, con los gastos que implica, con la logística en riesgo todo el tiempo. Y una necesidad que gana terreno, estar más en casa. Poner otras prioridades, distribuir mejor el tiempo. Y los espacios. Todo esto fue desconcertando y desencajando los lugares, los roles y las funciones del padre, de la madre y de los abuelos.
Hay una necesidad que se vuelve difícil de colmar, estar en casa es cada día más complicado. Y no es una cuestión solamente de “estar”, porque muchos trabajan desde sus hogares. El “estar” es más que la sola presencia, es una autoridad que se concreta e interactúa todo el tiempo. A la par que la igualdad trae sus vericuetos también, con la lucha de poder, con los nuevos espacios. Y el crecimiento laboral de cada uno. Una competitividad que transgrede el ámbito profesional y llega hasta los bordes de la cama, o sábanas adentro.
Y una necesidad que sigue pidiendo su lugar. Y muchos son los padres que están entendiendo que pueden hacerlo sin que se les complique ni su autoridad ni su masculinidad. Le necesidad de estar en casa le está dando al hogar un aura de masculinidad muy distinto a lo maternal de generaciones anteriores. Esto permite reforzar la línea de los límites y el refuerzo de la personalidad en crecimiento, tal vez perdiendo un poco de sensibilidad especialmente cuando se trata de hijos varones.
Los padres(y ojalá se pudiera generalizar) se están haciendo cargo de cubrir esa necesidad de estar en la casa y permitir también el crecimiento de sus mujeres, esposa y madre. Cuya personalidad, plenitud y desarrollo beneficia en mucho a los hijos, porque son modelos de identificación y de vida.
Siempre y cuando sigan ambos cubriendo la necesidad de esos hijos, de padres que “están”.

La calma de los padres. Calma a los hijos.

La calma de los padres. Calma a los hijos.
Escrito por Juan Cruz Cúneo.

No es posible pensar que si le estamos gritando se pueda dormir. Una cuestión de criterio, más allá de las razones del reto y los castigos. Si queremos que nuestro hijo se vaya a dormir no podemos empezar a gritar ni a tironear para llevarlo a la cama. Una lucha que no se gana, un dormir que no se produce en paz. Los padres deben llegar a entender ciertos conceptos que son básicos para el encuentro del sueño con nuestro hijo.
La calma de los padres es fundamental para calmar a un hijo. El cordón umbilical-emocional no se corta con el parto sino que se refuerza porque la separación comienza a generar sus efectos. Entonces, todo lo que nos pasa se lo pasamos, transmitimos todo el tiempo con su consecuencia. Esto excede al tema del sueño y se amplía a otras empresas como los límites, las motivaciones o el juego. Los padres son el punto de comienzo para lograr que ellos hagan lo que queremos.
Volvamos al sueño. Un estado de relajación y de quietud que le permite al cansancio encontrar su espacio, con tranquilidad y bienestar, con sensaciones gratas y placenteras. Todo lo contrario a lo que generamos cuando se pelea por la insistencia de llevarlos a la cama, a la fuerza, peleando. He visto a muchas madres pelearse y arruinar una calma por querer llevar a su hija a la cama, cuando se estaba quedando dormida. Una puja que empieza con una negociación, pasa al reclamo y al “no” para terminar con los límites y la penitencia. No es la manera en que se pueda conciliar el sueño de manera agradable. Mucho menos si pensamos que al hijo se le juega la separación y la perdida, aún con sensaciones de realidad.
La calma es fundamental. Y si no se la tiene es hora de llamar al otro para que entre en la escena. Una dinámica que contempla el trabajo en equipo y la posibilidad de disfrutar de un ritual tan placentero como beneficioso. De este modo le ahorramos a nuestro hijo tener pesadillas o despertarse con angustia, o que en la mitad de la noche nos tenga que venir a buscar, para reconciliar lo que se rompió antes de dormir.
Muchos van a decir que es difícil mantener la calma. Pero las cosas son de otra manera, nuestras propias cuestiones deben mantenerse ajenas, resueltas o no. Y pensar que esa rutina es aburrida es perder de vista la importancia fundamental de la estructura sana, que se arma en el día a día. Estructura que todos tenemos (en principio) y que llevamos con naturalidad, porque alguien se ha tomado el trabajo de construirla en los primeros días.
Hoy los tiempos son otros pero no seamos cortos de vista. El trabajo de hoy nos ahorra esfuerzos en el mañana. Es la mejor inversión, dedicarnos hoy y plasmar las bases sólidas.
La calma de los padres beneficia primero a los padres. Y también a los hijos.
Y no es un planteo fuera de término ni ajeno a nuestras circunstancias. Es respirar ante todo y bajar un par de cambios. Porque también debemos descansar.
Y lograr un buen dormir para mañana.

La transmisión. ¿Qué y cómo se transmite?

La transmisión.
¿Qué y cómo se transmite?

Escrito por Juan Cruz Cúneo.

Hay un espacio poco definido en la relación entre padres e hijos y es la “transmisión”. ¿Cómo aprenden los hijos las actitudes de los padres? ¿Cómo se les transmiten los conflictos no resueltos? ¿De qué manera incorporan el ambiente de la casa? Estas y muchas otras preguntas nos hacemos a diario y es necesario para poder entender de qué manera podemos resolver y guiar la transmisión. Una herencia que no espera al día final. Los hijos reciben todo el tiempo lo que les transmitimos.
La transmisión no depende de la comunicación. En ese nivel sólo se pone en juego la información consciente y deliberada, pero en la transmisión podemos prestar atención a todo lo demás que expresamos, dicho o no, con el cuerpo, con las actitudes, con las reacciones, con los silencios. Emitimos e irradiamos todo el tiempo información y emociones, generamos sensaciones, causas y efectos. Y del otro lado, hay un niño, un hijo que es un receptor nato, una antena que capta todo lo que sucede en el ambiente, sin que se le escape nada. Porque aún no ha generado filtros, desde muy temprano, es que está recibiendo, captando todo lo que sucede en su entorno. Mucho más porque está orientado hacia sus vínculos primarios, sus padres o cuidadores. Recibiendo y captando lo consciente y lo inconsciente, aún lo que sus padres no saben que a ellos les está sucediendo.
Sin darnos cuenta transmitimos todo el tiempo. Y los hijos son receptores afinados porque son psiquismos limpios, con pocas marcas de nacimiento (en principio) y además porque están orientados hacia los padres, sus primeros objetos, todo su interés y su afecto. Entonces, sienten lo que piensan, lo que les pasa, los que sienten; lo que sucede entre ellos, y lo no resuelto de su historia.
Claramente los hijos no pueden hablar de esto. Mientras las marcas se van produciendo en sus psiquismos y en sus cuerpos, no pueden dar cuenta de ello, salvo haciendo síntomas. Expresiones de lo que está sucediendo, mensajes al mundo externo que son devoluciones de lo que han recibido; sin filtros y de manera instantánea. Son naturales y se dan como parte de la dinámica. Es clave la reacción de los padres para hacerse cargo, no sólo de lo que está pasando el hijo sino de lo que ellos puedan estar generando.
Esto no implica, necesariamente, que haya peleas o violencia explícita. Y todo es mucho más intenso cuanto más indefinido es, porque es más pulsional, más confuso y más difícil de registrar y elaborar. Vale una aclaración, para lograr una mejor comprensión y claridad. Cuanto más definido es lo que está sucediendo más fácil es la comprensión y menos carga emocional conflictiva tiene, porque se ahorra en contrariedad y ambigüedades complicadas. Cuando una situación es confusa, se filtran fácilmente otras emociones y sensaciones, impulsos que sortean el filtro y las prohibiciones y embarran la cancha. Lo no dicho, los secretos, las mentiras y las traiciones, “cosas” que flotan en el ambiente y que una sensibilidad como la del recién nacido puede captar y sentir, porque se lo transmiten.
Por ende, cuanto mayor reacción sintomática haga el hijo más intenso e indefinido es lo que sucede en el ambiente, menos se han hecho cargo los padres. Y más complicado se vuelve poder elaborarlo.
Porque se transmite. No se habla ni se dice. Se transmite, se transfiere. Se pone en juego en el ambiente porque está ahí todo el tiempo. Porque somos seres abiertos al ambiente, no somos sistemas cerrados que podamos guardarnos todo lo que queramos. El ser humano es un ser abierto, por más hermetismos, por más filtros que pongamos. Y esto le abre el juego a la transmisión.
Una emisión constante que depende del receptor, y no del emisor.
A diferencia de muchos otros mecanismos, como la transferencia, la imitación o el aprendizaje, donde se ponen en juego otras partes, otras formas y otros contenidos.
En la transmisión no tenemos elección, ni voz ni voto sobre lo que transmitimos. Tanto positivo como negativo.
Sólo nos queda tener las cuestiones claras y trabajarlas. La conciencia aliviana la esencia emocional de las cuestiones, les quita gravedad porque tienen un trabajo interno.
El amor profundo se transmite, no depende de la cantidad de “te quiero” dichos en el día. Cuanto más fuerte es el sentimiento, más intensa es la transmisión.

(continuará)

El lugar del primero. ¿Dónde va el segundo?

El lugar del primero.
¿Dónde va el segundo?

Escrito por Juan Cruz Cúneo.

El lugar del primero. Rey en peligro o rey aburrido. A veces quieren un hermanito otras tantas veces quieren seguir con el reinado y tener de esclavos a los padres queridos. Anfitriones sin visitas, el lugar del primero es tener el reino para hacer lo que quiera, más cuando los padres le llevan el cetro y la corona. Allí no hay forma de que vaya a compartir sus tierras ni que quiera que venga un menor a usurpar sus pagos. ¿Dónde va el segundo? Es una pregunta que aparece a menudo y que no siempre encuentra una buena solución.
Sabemos que en el mundo no abunda la creatividad. Hay pocas ideas dando vuelta y pocos que quieran generar nuevos recursos. Es tan sencillo que puede parecer absurdo pero esa es la clave de este asunto.¿Dónde va el segundo? En un lugar nuevo y distinto, sin que sea para nadie privativo, ni para el primero de los hijos ni para los padres.
Empecemos por las piezas claves. Los padres, especialmente las madres, no pueden sentir ni tienen que decidir perder aspectos o espacios de sus vidas. Porque automáticamente se sobrecarga al hijo con ese peso sin que haya influido en la decisión erróneamente tomada. Ninguno de los padres, como aporte al sistema familiar sano y feliz, debería sentir que se priva por o para los demás porque esto implica un costo, adicional, de carga emocional que alguien terminará pagando.
Tampoco el hijo mayor, el primero, debería perder lo que se le ha dado en estos años de exclusividad y dedicación porque no es justo que, aún no siendo un adulto, tenga que elaborar perdidas o estar expuesto a deficiencias que antes eran abundancias. Y el que viene tampoco puede empezar a ser parte de un sistema que no le va a dar todo lo que sea para que se pueda desarrollar. La clave es generar. Generar más amor porque van creciendo. Generar, desde tener más experiencia, nueva capacidad para brindar más y mejor calidad afectiva y emocional. Entender que se van dando diferentes etapas que producen cambios.
Debemos planificar para tener más disponibilidad afectiva, emocional y mental, para que lo vincular se despliegue como pieza fundamental de la familia y los lazos internos. Y así evitar los problemas dentro del ambiente familiar, conflictos por desplazamientos o falta de afecto, o perdida de atención y dedicación con el costo de la rivalidad fraterna. Para los problemas, se puede esperar al afuera, si tratamos de cuidar el sistema interno. Y generamos nuevos medios, nuevas formas, nuevos cambios que vayan alimentando a cada uno de los miembros.
¿Dónde va el segundo? En su lugar, un espacio nuevo que no se le debe quitar al primero. Y en la medida de lo posible ni siquiera repetir la misma secuencia ni las mismas ropas ni hábitos. Que se produzca un cambio al que todos estén expuestos y que ello genere un sistema nuevo, con la llegada del hermano.
Es cierto, no es lo más cómodo pero es lo más sano. Evitar la repetición para facilitar lo único que hace es complicar las cosas, desde otro lado. No todo es lo diario ni la rutina.
Pensar, ver y registrar le dará al segundo su propio espacio.
Y a cada uno la tranquilidad de que nadie pierde. Y todos ganamos.